1 El pobre, si es un sabio, lleva la frente en alto; se sienta entre los notables.
2 No te dejes embaucar por el que tiene buena facha, ni mires mal a otro por su aspecto. 3 Entre los seres alados la abeja es de los pequeños, pero es la principal por la dulzura de su miel.
4 No te sientas orgulloso de la ropa que llevas, ni te creas el día en que te honran; ¿sabes lo que el Señor prepara sin que se lo note? 5 Muchos dictadores han sido destronados y la corona ha pasado al que nadie esperaba. 6 Muchos que eran poderosos lo han perdido todo, personas famosas han caído en manos de un recién llegado.
7 No reprendas antes de informarte; comienza por examinar y luego haz los reproches.
8 No respondas antes de haber escuchado, ni interrumpas al que habla.
9 No te metas en lo que no te incumbe, ni tomes partido en querellas de pecadores.
10 Hijo mío, no emprendas muchas cosas a la vez; si son demasiadas, te perjudicarás; aunque corras, no las conseguirás y no podrás librarte más de ellas. 11 Hay quiénes se fatigan en el trabajo, se agotan y se atormentan y se encuentran más pobres que antes. 12 Otros son débiles y vulnerables, sin recursos y carentes de todo, pero el Señor los mira con ojos favorables. 13 Los saca de su abatimiento y les hace levantar la cabeza, a tal punto que muchos se maravillan de ello.
14 Prosperidad y mala suerte, vida y muerte, pobreza y riqueza, todo viene del Señor. ( ) 17 Los que son fieles pueden contar con la generosidad del Señor, su benevolencia los guiará siempre.
18 Piensa en la suerte de un hombre que se ha enriquecido a fuerza de cálculos y de economías. 19 A lo mejor se dice a sí mismo: «Tengo bien ganado el descanso, ya puedo vivir con lo que he adquirido.» Pero no sabe el tiempo que le queda, morirá y se lo dejará todo a otros. 20 Sé fiel a tu trabajo, conságrale tu vida y continúa con tu labor hasta tus días de ancianidad.
21 No te escandalices por el éxito de los pecadores; pon tu confianza en el Señor y persevera en tu labor. Es fácil para el Señor hacer rico al pobre en un instante. 22 La bendición del Señor recompensará a sus fieles: de repente, sin hacerse anunciar, trae sus frutos.
23 No digas: ¿Qué me falta, qué más podría tener o desear? 24 No digas: «Tengo todo lo que necesito, ¿qué desgracia podría ocurrirme ahora?» 25 En los días buenos se olvida uno de los malos, en los días malos no se acuerda más de los buenos. 26 Aun cuando esté cerca el fin, es fácil para el Señor darle a cada uno según cómo ha vivido.
27 La hora de la prueba hace olvidar todos los placeres, al acabarse la vida de un hombre es cuando sus acciones se aprecian.
28 No proclames feliz a nadie, mientras la persona no esté muerta: la conocerás sólo al final.
29 No lleves a cualquiera a tu casa, porque los aprovechadores habilosos son muchos.
30 El pensamiento del orgulloso es como la perdiz enjaulada para atraer la caza: te observa y descubre tus puntos débiles; 31 cambia el bien en mal, te tiende sus trampas, calumnia lo que hay de mejor.
32 La chispa enciende los carbones, el pecador con sus acechanzas hará correr sangre.
33 Desconfía del malo: no olvides que anda tramando el mal; podría destruir tu reputación para siempre.
34 Lleva a tu casa a un extraño y te acarreará problemas; te enemistará con las personas de tu casa.
Estas consideraciones no son nuevas en la Biblia, que en cada página nos invita a confiar en Dios. Ben Sirá ya dice lo que encontraremos en boca de Jesús sobre el poco valor de la riqueza (ver Lc 12,16).
Fijémonos en el final de este texto. El libro de Sirac, así como algunas partes del libro de Job, sostiene que Dios puede esperar hasta la hora de la muerte para darle al hombre su recompensa; pero no se arriesga a hablar de lo que vendrá en seguida, pues la fe en la resurrección no estaba aún madura.