1 No te sientas seguro con tu riqueza ni pienses: «¡Me basto a mí mismo!» 2 No te dejes arrastrar por la violencia o el deseo de tener: harán de ti su esclavo.
3 No digas: «¡Nadie me lo impedirá!» El Señor puede castigarte. 4 No digas: «¡Pequé y no me pasó nada!» El Señor se toma todo su tiempo.
5 No estés demasiado seguro del perdón cuando acumules pecados. 6 No digas: «¡La misericordia del Señor es grande, perdonará mis pecados por numerosos que sean!» Porque en él se encuentran misericordia y reprobación; su cólera se deja caer sobre los pecadores.
7 No tardes en volver al Señor, no lo postergues cada día más, no sea que llegue el día del ajuste de cuentas; se encenderá de repente la cólera del Señor y tú perecerás.
8 No cuentes con las riquezas mal adquiridas, de nada te servirán el día de la desgracia.
9 No te dejes llevar por la corriente, no estés en dos caminos a la vez; esto es propio del pecador que usa un doble lenguaje.
10 Mantente firme en tus convicciones y sé un hombre de palabra.
11 Aprende a escuchar y tómate tu tiempo para responder.
12 Si sabes de qué hablas, respóndele a tu interlocutor; si no, guarda silencio.
13 Tus palabras te pueden traer gloria o descrédito; la lengua de un hombre prepara su caída.
14 ¡No permitas que te consideren como un mendigo o como un tramposo! Un ladrón atrae sobre sí la vergüenza, pero el hipócrita también tendrá su condenación.
15 Evita el pecado, ya sea de grandes o pequeñas cosas; no te conviertas en enemigo del que era tu amigo.
A veces algunos cristianos se valen de la infinita misericordia de Dios para seguir en su mala conducta.