SOBICAIN

Centro Bíblico San Pablo

SOBICAIN / Centro Bíblico San Pablo

Biblia Latinoamérica

Dios ordena el universo

1 En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra,2 todo era confusión y no había nada en la tierra. Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.

3 Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz.4 Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas.5 Dios llamó a la luz «Día» y a las tinieblas «Noche». Atardeció y amaneció: fue el día Primero.

6 Dijo Dios: «Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe unas aguas de las otras.»7 Hizo Dios entonces como una bóveda y separó unas aguas de las otras: las que estaban por encima del firmamento, de las que estaban por debajo de él. Y así sucedió.8 Dios llamó a esta bóveda «Cielo». Y atardeció y amaneció: fue el día Segundo.

9 Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo de los cielos en un solo depósito, y aparezca el suelo seco.» Y así fue.10 Dios llamó al suelo seco «Tierra» y al depósito de las aguas «Mares». Y vio Dios que esto era bueno.

11 Dijo Dios: «Produzca la tierra hierba, plantas que den semilla, y árboles frutales que por toda la tierra den fruto con su semilla dentro, cada uno según su especie.» Y así fue.12 La tierra produjo hierba, plantas que dan semillas y árboles frutales que dan fruto con su semilla dentro, cada uno según su especie. Dios vio que esto era bueno.13 Y atardeció y amaneció: fue el día Tercero.

14 Dijo Dios: «Haya luceros en el cielo que separen el día de la noche, que sirvan para señalar las fiestas, los días y los años,15 y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra.» Y así sucedió.16 E hizo Dios los dos grandes luceros: el lucero mayor para regir el día, el lucero menor para regir la noche, e hizo también las estrellas.17 Dios los colocó en lo alto de los cielos para iluminar la tierra,18 para regir el día y la noche y separar la luz de las tinieblas; y vio Dios que esto era bueno.19 Y atardeció y amaneció: fue el día Cuarto.

20 Dijo Dios: «Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y bajo el firmamento.»21 Dios creó entonces los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua según su especie, y todas las aves, según su especie. Y vio Dios que todo ello era bueno.22 Los bendijo Dios, diciendo: «Crezcan, multiplíquense y llenen las aguas del mar, y multiplíquense asimismo las aves sobre la tierra.»23 Y atardeció y amaneció: fue el día Quinto.

24 Dijo Dios: «Produzca la tierra vivientes según sus especies, animales del campo, reptiles y fieras.» Y así fue.

25 Dios hizo las distintas clases de animales salvajes según su especie, los animales del campo según sus especies, y todos los reptiles de la tierra según sus especies. Y vio Dios que todo esto era bueno.

26 Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.»

27 Y creó Dios al hombre a su imagen.
A imagen de Dios lo creó.
Varón y mujer los creó.

28 Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.»

29 Dijo Dios: «Hoy les entrego para que se alimenten toda clase de plantas con semillas que hay sobre la tierra, y toda clase de árboles frutales.30 A los animales salvajes, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra, les doy pasto verde para que coman.» Y así fue.

31 Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció: fue el día Sexto.

  • Isaías 45,7
  • Isaías 60,19
  • Segunda Carta a los Corintios 4,6
  • Salmos 8,1
  • Salmos 104,1
  • Jeremías 10,11
  • Proverbios 8,22
  • Apocalipsis 22,5
  • Job 38,1
  • Isaías 51,10
  • Job 26,8
  • Jeremías 31,35
  • Baruc 3,33
  • Isaías 40,26
  • Salmos 136,7
  • Sirácides 43,1
  • Isaías 27,1
  • Salmos 74,13
  • Job 40,1
  • Jonás 2,1
  • Sirácides 17,4
  • Evangelio según Mateo 19,4
  • Primera Carta a los Corintios 11,7
  • Carta de Santiago 3,9
  • Carta a los Efesios 4,24
  • Carta a los Colosenses 3,10
  • Génesis 8,17
  • Génesis 9,1
  • Salmos 8,5
  • Salmos 104,14
  • Qohelet 3,11
  • Primera Carta a Timoteo 4,4
Gén 1,1

Hay que hacer un esfuerzo para leer esta página con gran sencillez. Desde hace ciento cincuenta años han surgido demasiadas discusiones sobre el tema «la creación según la Biblia y según la ciencia», un problema muy mal planteado y cuya solución habitualmente se presenta en una forma todavía peor. No hay que buscar aquí datos históricos o científicos, pues quienes redactaron este capítulo querían enseñar realidades muy diferentes, y Dios hizo suya esa exposición sin asustarse de que hablaran del cielo como de una bóveda azul de la que cuelgan las estrellas.

Es palabra de Dios, pero no leamos este texto como si nos transmitiera “la” comprensión cristiana del universo. Todas las religiones del pasado tuvieron sus «cosmogonías», es decir, sus relatos sobre el origen del mundo, y también la Biblia tuvo los suyos y éste es el más importante. Pero la Biblia tiene mucho más que decir y lo dice allí donde muchos no lo buscan: en el Nuevo Testamento. Habrá que esperar la venida de Cristo para que se revele el misterio de Dios creador: véase Jn 1 y Ef 1.

Este relato rítmico, con sus repeticiones y su forma litúrgica, es como un prefacio del primer núcleo de la Biblia realizado en el siglo 5 antes de Jesús, cuando los judíos retornaron del Exilio de Babilonia.

Estamos muy lejos de los antiguos relatos mitológicos: nada de personajes y monstruos primitivos, nada de conflictos entre los seres divinos y no se pinta imagen alguna de Dios. Dios se mantiene fuera de ese mundo del cual no tiene necesidad, pues lo hizo para el hombre, pero un día vendrá a ese mundo el Hijo para instalar en él su tienda (Jn 1,14).

“Dijo Dios” y eso basta, y así será a lo largo de la historia. Lo importante para Dios no es hacer el mundo sino poner orden en él, y toda la Biblia mostrará cómo es él quien da sentido a la existencia humana.

Gén 1,2

Palabra de Dios y Espíritu de Dios: dos palabras que llenarán las páginas de la Biblia. Donde se escucha la Palabra, el Espíritu viene a los corazones y el mundo se transforma.

Véase la nota Dios habla

Gén 1,11

Véanse las notas Dios o el universo divinizado y La creación espiritual

Gén 1,12

Dios vio que esto era bueno. La exploración de la luna y de los planetas ha demostrado cuán improbable es que un fragmento desecado de estrella pudiese llegar a ser tierra habitable, y sin embargo eso aconteció con nuestro planeta; el presente relato muestra las repetidas atenciones de Dios que concluyen cuando la tierra pasa a ser el terruño de la raza humana y de un mundo civilizado. ¿Y quién se atrevería a decir que los frutos no fueron destinados en primer lugar para nosotros? La cuna del hombre fue preparada durante largo tiempo, pero luego será ese ser humano quien recibirá la total responsabilidad del mundo.

Nada de todo lo creado es malo, pero no por eso niega el autor la existencia de fuerzas malas en el mundo, como serían el mar y la noche, a las que los israelitas tanto temían. Tales fuerzas sin embargo están contenidas: son asignados sus límites al mar, y la noche cede el paso a la luz.

Gén 1,14

El sol y la luna inscribirán marcas en el tiempo que huye. ¿Se podría imaginar una sociedad sin fechas y sin calendario? Pero para el autor tales fechas son las fiestas religiosas del calendario lunar.

Gén 1,22

Esta es la primera de tres bendiciones: bendición de la vida nacida en nuestro planeta; bendición de la raza humana y de la pareja (28); bendición del día de descanso (el sábado), que será una señal distintiva del pueblo de Dios.

La bendición de Dios significa que él no dejará de animar nuestros esfuerzos y de dominar las crisis.

Conviene recalcar la importancia de esta bendición que se encuentra en la raíz misma de la historia bíblica. Mientras el sabio asiático se sitúa de cara a la naturaleza como una persona ya mayor que trata de adaptarse al orden universal, la Biblia presenta al hombre como un niño invitado a jugar con la creación. Todas las claves que le permitirán comprender el universo se encuentran en la palabra de Dios, que es el origen de la creación.

El capítulo siguiente completará esto para dar un sentido a los tiempos que vendrán: el hombre construirá la historia a pesar de su debilidad y de sus propias faltas. Esta certeza ha sido suficiente para que la ciencia y las empresas de Occidente abrieran el camino al progreso técnico y a la globalización de la cultura.

Gén 1,27

La obra de Dios se corona con la creación del hombre. El texto deja tres afirmaciones decisivas que son como la base de la visión cristiana del hombre. Estas certezas han permitido que apareciera la civilización moderna y se han impuesto mucho más allá del ámbito del mundo cristiano.

Lo creó a su imagen. Siendo imagen del Dios-Verdad, el hombre no está encerrado sin esperanza en el mundo de sus fantasmas y de sus ilusiones, en la prisión de sus categorías y estructuras, sino que fue creado para la Verdad, y Dios puede manifestarle lo esencial en un lenguaje humano y a través de experiencias humanas.

Varón y mujer los creó. Dios no crea al varón solo ni a la mujer sola, sino la pareja. Y por más que esto sorprenda en una cultura machista, no hay desigualdad entre el hombre y la mujer. Aquí escapamos de esas imágenes simplistas de las teorías materialistas que afirman que la división de los sexos no sería más que el producto del azar en la mutación de los cromosomas, y que luego el amor resultaría de aquella división de los sexos. Para Dios las cosas son al revés: el amor estuvo primero, y la larga evolución de la sexualidad fue su preparación.

Gén 1,28

Véase la nota Dominen la tierra

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