1 Que se alegren el desierto y la tierra seca, que con flores se alegre la pradera.
2 Que se llene de flores como junquillos,
que salte y cante de contenta,
pues le han regalado el esplendor del Líbano
y el brillo del Carmelo y del Sarón.
Ellos a su vez verán el esplendor de Yavé,
todo el brillo de nuestro Dios.
3 Robustezcan las manos débiles
y afirmen las rodillas que se doblan.
4 Díganles a los que están asustados:
«Calma, no tengan miedo,
porque ya viene su Dios a vengarse,
a darles a ellos su merecido;
El mismo viene a salvarlos a ustedes.»
5 Entonces los ojos de los ciegos se despegarán,
y los oídos de los sordos se abrirán,
6 los cojos saltarán como cabritos
y la lengua de los mudos gritará de alegría.
Porque en el desierto brotarán chorros de agua,
que correrán como ríos por la superficie.
7 La tierra ardiente se convertirá en una laguna,
y el suelo sediento se llenará de vertientes.
Las cuevas donde dormían los lobos
se taparán con cañas y juncos...
8 Por allí pasará una buena carretera,
que se llamará el camino santo;
por él no transitará ningún impuro,
y el sinvergüenza no se atreverá a pisarlo;
9 no habrá allí ningún león,
y la fiera salvaje no se acercará a él.
Por este camino marcharán los rescatados
10 y por ahí regresarán los libertados por Yavé;
llegarán a Sión dando gritos de alegría,
y con una dicha eterna reflejada en sus rostros;
la alegría y la felicidad los acompañarán
y ya no tendrán más pena ni tristeza.
El regreso de los desterrados y el anuncio de los tiempos del Mesías. Ver los comentarios de Isaías 40-41.