1 Se me comunicó esta palabra de Yavé: 2 «Vuelve tu mirada hacia la montaña de Seír y profetiza contra ella. Así le dirás 3 de parte de Yavé: Aquí estoy para extender mi mano sobre ti, montaña de Seír, te convertiré en ruinas y en desierto. 4 Tus ciudades serán arrasadas, te transformarás en un desierto y sabrás que yo soy Yavé.
5 Con tu odio de siempre, condenaste a los israelitas a la espada en el tiempo de la prueba, cuando puse término a sus pecados. 6 Por eso, tan cierto como que vivo, dice Yavé, puesto que has hecho derramar sangre, la sangre te perseguirá. 7 Convertiré a la montaña de Seír en ruinas y en desierto, y eliminaré de ella toda presencia humana. 8 Tus montañas se cubrirán de cadáveres; habrá víctimas de la espada en tus colinas, en los valles y en todos los barrancos. 9 Te arruinaré para siempre y tus ciudades nunca más serán habitadas; entonces sabrás que yo soy Yavé.
10 ¿Cómo pudiste decir: “Las dos naciones son mías, su tierra ahora me pertenece”? ¡Siendo que allí está Yavé! 11 Tan cierto como que yo vivo, dice Yavé, que mi cólera y mi celo serán tan grandes como el odio que tuviste hacia ellos; me daré a conocer a ti el día en que te juzgue. 12 Sabrás que yo, Yavé, escuchaba todos tus insultos. Pues decías: “¡Están totalmente arruinadas, todo será para nosotros!” 13 Tuviste conmigo palabras muy despreciativas y yo lo entendí.
14 Así habla Yavé: a ti te convertiré en una ruina, mientras el resto del mundo disfrutará de alegría. 15 ( ) Serán arrasados no sólo la montaña de Seír sino todo Edom. Y sabrán que yo soy Yavé.»
La toma de Jerusalén no fue la última de las humillaciones de los judíos. Después de retirarse los vencedores del año 587, el pequeño pueblo de Edom aprovechó la situación para invadir Palestina, y trató de adueñarse de los territorios judío e israelita: las dos naciones.