1 Prepárate a tocar la corneta pues aquí viene la desgracia y se deja caer como un águila sobre los de la Casa de Yavé. No han respetado mi alianza y han rechazado mi Ley. 2 Ellos me aclaman: «Dios mío, nosotros los de Israel te conocemos.» 3 Pero Israel ha rechazado el bien y por eso el enemigo lo perseguirá. 4 Se han elegido reyes sin que esto viniera de mí; se han dado jefes que yo no conocía. Con su oro y su plata se han fabricado ídolos, y yo se los quitaré.
5 Le tengo asco a tu ternero, Samaria, y estalla mi cólera contra él. ¿Cuánto tiempo más esperarán para limpiarse, 6 hijos de Israel? No es un Dios, pues ha sido hecho por un escultor; por eso, el ternero de Samaria se hará cenizas. 7 Como siembran vientos, cosecharán tempestades. Su trigo no echará espigas, la espiga no dará harina; y si llega a dar algo, se la comerán los extranjeros.
8 Israel vivía aparte como el asno salvaje, pero ha sido devorado y está ahora en tierra de paganos. Efraím ya no sirve para nada. 9 Subía a Asiria llevando regalos; 10 pero si él mismo ha sido entregado a los paganos, tendré que rescatarlo yo. Pues en unos momentos se ha quedado sin profetas, sin reyes y sin jefes.
11 Efraím multiplicó los altares, pero éstos sólo le han servido para pecar. 12 Aunque escribiera mil preceptos para él, los consideraría como cosa sin importancia. 13 ¿Acaso quieren ofrecer sacrificios? ¡Que los ofrezcan, pues, y que se coman la carne! Pero Yavé no se siente agradecido por ellos, pues se está acordando de su falta; va a castigar sus pecados y los va a mandar nuevamente a Egipto.
14 Israel se ha olvidado de su creador y construye palacios; Judá, por su parte, multiplica las ciudades fortificadas; pero yo prenderé fuego a sus ciudades e incendiaré sus castillos.
El profeta es un centinela (ver Ez 3,17). Oseas condena a esos reyes que no vienen de Dios, ya que al comienzo se establecieron por sí mismos. Solamente los hijos de David, en el sur, eran los elegidos de Dios; además, nunca se preocuparon por ser los representantes de Dios frente a su pueblo ni de cumplir sus planes.
Luego, viene la condenación de los becerros de oro instalados en Betel para honrar a Yavé (ver 1 Re 12,28).
El culto exterior y los banquetes sagrados después del sacrificio no hacen que Dios olvide el pecado.
Oseas echa una mirada al pasado de Israel. «Volverá a Egipto» (9,3), es decir, que de nuevo volverá a ser sometido.