SOBICAIN

Centro Bíblico San Pablo

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Biblia Latinoamérica

La visión de los cuatro imperios

1 El primer año de Belsasar, rey de Babilonia, una noche Daniel tuvo un sueño y visiones que puso por escrito. Este es el relato.

2 Daniel tomó la palabra y dijo: «Tuve visiones durante la noche: cuatro vientos del cielo sacudían el mar, 3 y cuatro animales enormes salían del mar; los cuatro eran diferentes. 4 El primero se parecía a un león con alas de águila; mientras lo estaba mirando, le arrancaron sus alas, fue levantado de la tierra y se paró sobre sus patas como un hombre; le fue dado un corazón de hombre.

5 El segundo se parecía a un oso, estaba echado de lado y tenía entre sus dientes tres costillas. Entonces se le dijo: «Levántate y come mucha carne». 6 Miré y vi a otro animal parecido a un leopardo, con cuatro alas en el lomo; tenía cuatro cabezas, y le fue dado el poder. 7 Mientras contemplaba mis visiones nocturnas, percibí a un cuarto animal terrible, espantoso, con increíble poder; tenía grandes dientes de hierro, comía, trituraba, y lo sobrante lo aplastaba con sus patas. Era distinto a todos los animales que lo habían precedido, tenía diez cuernos.

8 Estaba mirando los cuernos, cuando surgió de entre ellos un cuerno pequeño, y fueron arrancados tres cuernos para dejarle lugar. Entonces vi en ese cuerno ojos parecidos a los ojos humanos y una boca que pronunciaba palabras insolentes.

El hijo de hombre

9 Seguía mirando, pusieron unos tronos y un anciano se sentó; su ropa era blanca como la nieve, los cabellos de su cabeza eran como la lana blanca, su trono era de llamas de fuego con ruedas de fuego ardiente. 10 Un río de fuego brotaba y corría de delante de él; miles y millares le servían, millones y millones permanecían de pie en su presencia. Se constituyó el tribunal y abrieron los libros.

11 Las palabras insolentes que habían sido pronunciadas por el cuerno habían sembrado un gran desorden. Mientras estaba mirando, mataron al animal, su cadáver fue destruido y arrojado al fuego ardiente. 12 Se les quitó el poder a los otros animales, pero se les prolongó la vida por el momento hasta la fecha fijada.

13 Mientras seguía contemplando esas visiones nocturnas, vi algo como un hijo de hombre que venía sobre las nubes del cielo; se dirigió hacia el anciano y lo llevaron a su presencia. 14 Se le dio el poder, la gloria y la realeza, y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es el poder eterno que nunca pasará; su reino no será destruido.

15 Yo Daniel seguía allí. Mi espíritu estaba perturbado por todo eso, pues esas visiones me habían aterrorizado. 16 Me acerqué entonces a uno de los que estaban de pie y le pedí que me dijera qué era realmente todo lo que había visto. Me habló y dio el significado de todas esas cosas. 17 Esos cuatro animales enormes son cuatro reyes que aparecerán en la tierra, 18 después de lo cual los santos del Altísimo recibirán la realeza y la poseerán por los siglos de los siglos.

19 Quería además saber la verdad respecto al cuarto animal, tan diferente a los demás y tan horrible con sus dientes de hierro y sus garras de bronce, que devoraba, trituraba y luego pisoteaba todo lo que quedaba. 20 Quería saber qué eran esos diez cuernos que tenía en su cabeza, y el otro cuerno que había brotado y ante el cual habían caído tres de los primeros. Quería saber qué era ese cuerno con ojos y una boca que pronunciaba palabras insolentes y que parecía ser más importante que los demás. 21 Seguía mirando ese cuerno, que combatía a los santos y que los vencía, 22 hasta que llegó el anciano, quien dictó sentencia en favor de los santos del Altísimo, y en ese momento los santos tomaron posesión del reino.

23 Entonces aquel a quien había preguntado me dijo:

«El cuarto animal es un cuarto reino que habrá en la tierra y que será distinto a todos los demás; devorará a toda la tierra, la aplastará y la pisoteará. 24 Esos diez cuernos son diez reyes que se levantarán en ese reino, luego surgirá otro después de ellos, diferente a los anteriores, y que derrotará a tres reyes. 25 Insultará al Altísimo, perseguirá a los santos del Altísimo, tratará de cambiar el calendario y la Ley; los santos quedarán sometidos a su poder por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. 26 Pero se constituirá el Tribunal, se le quitará el poder, y será destruido y exterminado para siempre. 27 Entonces la realeza, la autoridad y la grandeza de todos los reinos que están bajo los cielos serán dadas al pueblo de los santos del Altísimo; su reinado es un reinado eterno y todos los poderes le servirán y le obedecerán».

28 Aquí se acaba el relato. Esas visiones me habían aterrorizado a mí, Daniel, y mi rostro había mudado de color, pero conservaba todo eso en mi corazón.

  • Zacarías 6,5
  • Apocalipsis 13,1
  • Apocalipsis 20,4
  • Apocalipsis 1,13
  • Evangelio según Mateo 17,2
  • Evangelio según Mateo 28,3
  • Apocalipsis 1,14
  • Ezequiel 1,1
  • Apocalipsis 5,11
  • Evangelio según Juan 5,22
  • Apocalipsis 19,20
  • Evangelio según Mateo 24,30
  • Evangelio según Mateo 26,64
  • Apocalipsis 1,7
  • Apocalipsis 14,14
  • Apocalipsis 5,13
  • Evangelio según Lucas 1,33
  • Hechos de los Apóstoles 9,13
  • Apocalipsis 20,4
  • Apocalipsis 17,12
  • Apocalipsis 12,14
  • Apocalipsis 5,10
Dan 7,9

La visión que a continuación se detalla tiene el mismo contenido y la misma significación que la de la estatua de Nabucodonosor (c. 2).

Se muestran, simbolizados por bestias, los cuatro imperios que dominaron el país judío hasta el momento de la gran persecución. Los versos 23-25 precisan que la cuarta bestia es el imperio sirio y el cuerno que insulta a Dios, el rey Antíoco Epífanes. Lo mismo que en 2,34 y 44 se anunciaba una intervención de Dios para quebrar la fuerza del perseguidor e instaurar su propio Reino, aquí, en 7,11 y 7,26 se anuncia el juicio del perseguidor. En 2,34, la piedra daba a entender el poder de Dios. Aquí, en 7,13, el hijo de hombre representa el pueblo de Is rael, servidor de Dios, presente en los planes de Dios desde los comienzos del mundo, que, al tiempo fijado, recibe el poder sobre todas las naciones: 7,27.

Sería un error buscar en este párrafo una referencia a los acontecimientos del tiempo de Jesús, como hicieron algunos. Menos todavía debemos aplicarlo a nuestro tiempo, como si fuéramos nosotros el centro de todo. El autor, escribiendo en el peor momento de la persecución del tiempo de los Macabeos, anuncia a la vez el fin de la persecución de Antíoco (1 Mac 5,55-60) y la llegada del Reino de Dios. Esta manera de juntar en una misma descripción un acontecimiento cercano, como es una gran liberación, y la última liberación, que será el fin de nuestra historia, es propia de los libros proféticos. Jesús hizo lo mismo hablando del fin de Jerusalén (Mc 13).

Sobre las nubes del cielo (13). La nube es signo de la presencia divina.

El Anciano: éste es Dios, y su pelo blanco es signo de majestuosidad. Ojalá no olvidemos que, en realidad, Dios no tiene edad sino que vive en un único momento, en un presente que no se deshace.

Como un hijo de hombre (13), o sea, un hombre: este personaje misterioso figuraba en un principio a todo el pueblo de Dios (v. 27). Pero, si bien Dios quería entregar su Reino a los hombres, lo entregaría de hecho en forma personal al que es el modelo, el salvador y la cabeza de todos los hombres y de toda la humanidad. Jesús es el Hombre (Jn 19,5), o, según el modo de hablar de los judíos, el hijo de hombre.

El hijo del hombre viene de las nubes divinas. Por eso, Jesús se aplicó esta profecía para resaltar su origen divino en el momento en que sus acusadores lo veían en la debilidad de su condición humana (Mt 26,64).

Dan 7,23

Los judíos de los años 170-160 no po dían equivocarse con esta designación oculta del rey Antíoco, el rey que derribó a otros tres, que insulta al Altísimo y persigue a los santos.

Por un tiempo, dos tiempos y mitad de un tiempo (25), significa tres y medio. Es una manera figurada de esa época para designar el tiempo de los malos (tres y medio es la mitad de siete, que es la cifra perfecta).

Los santos son los que Dios se reservó de entre los hombres para que fueran suyos. El pueblo judío, desde Moisés, tenía conciencia de ser un pueblo santo por estar consagrado al Dios Santo.

Pero a partir del tiempo de Daniel, «los santos» pasan a designar al nuevo pueblo de Dios que empezará con el reino del Mesías. Los primeros cristianos tenían conciencia de ser este nuevo pueblo de Dios y por eso se llamaban a sí mismos «los santos» (ver He 9,32).

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