SOBICAIN

Centro Bíblico San Pablo

SOBICAIN / Centro Bíblico San Pablo

Biblia Latinoamérica

Primera lamentación

1 Ay, qué solitaria quedó Jerusalén, la ciudad tan poblada.

Como una viuda quedó

la grande entre las naciones.

La ciudad que dominaba las provincias

tiene ahora que pagar impuestos.

2 Llora durante las noches,

las lágrimas corren por sus mejillas.

Entre todos sus amantes

nadie hay que la consuele.

La traicionaron todos sus amigos,

¡y se convirtieron en sus enemigos!

3 El pueblo de Judá ha sido desterrado;

sufre atropellos y dura servidumbre.

Vive en medio de pueblos extranjeros

y no encuentra descanso;

sus enemigos lo persiguieron

y le dieron alcance.

4 Los caminos de Sión están de luto,

pues nadie va a sus fiestas.

Todas sus puertas están destruidas,

gimen sus sacerdotes,

sus doncellas están llenas de tristeza,

¡Jerusalén está llena de amargura!

5 Sus adversarios la vencieron

y ahora se sienten felices,

pues Yavé la castigó

por sus muchos pecados;

sus niños marcharon al destierro

empujados por el enemigo.

6 Ha perdido la hija de Sión toda su gloria,

sus jefes parecían carneros

que no encuentran pasto,

iban caminando sin fuerzas

delante del que los arreaba.

7 En sus días de miseria y destierro

Jerusalén recuerda

cuando caía en manos del enemigo

sin que ninguno la socorriera;

sus enemigos la miraban

y se burlaban de su ruina.

8 Gravemente pecó Jerusalén

y se hizo impura.

Los que la alababan, la desprecian,

porque la vieron desnuda.

Y ella gime

y esconde el rostro.

9 Su impureza manchaba su vestido,

pero no pensaba que tendría este fin.

¡Se hundió profundamente!

¡Nadie la consuela!

¡Mira, oh Yavé, mi dolor,

¡cómo se pone orgulloso el enemigo!

10 El invasor tomó

todos sus tesoros;

ella vio entrar

a los paganos en su santuario;

a quienes tú habías prohibido

entraron en tus asambleas.

11 Todo su pueblo gime

y busca pan.

Entregan sus joyas a cambio de comida,

para conservar la vida.

«Mira, ¡oh Yavé!, y observa

a qué humillación he llegado.»

12 Todos ustedes que pasan por el camino,

miren y observen

si hay dolor semejante

al que me atormenta,

con el que Yavé me ha herido

en el día de su ardiente cólera.

13 El fuego que lanzó de lo alto

bajó hasta mis huesos;

tendió una red a mis pies

y me hizo caer de espaldas.

Me dejó abandonada

y siempre doliente.

14 Vigiló mis crímenes,

los juntó y los ató;

están en su mano.

Su yugo pesa sobre mi cuello

ha hecho flaquear mi fuerza;

Yavé me ha entregado

en manos que no puedo resistir.

15 Derribó Yavé a los valientes

que cuidaban mis ciudades.

Reunió un consejo contra mí

para sacrificar a mis jóvenes.

El Señor ha pisado en el lagar

a la virgen, Hija de Judá.

16 Por eso, lloro yo,

mis ojos se deshacen en lágrimas

porque está lejos el consolador

que reanime mi alma.

Mis hijos están desolados

porque sus enemigos triunfan.

17 Sión tiende sus manos,

y no hay quién la consuele.

Yavé mandó contra Jacob

adversarios de todas partes;

Jerusalén se ha hecho

ejemplo de horror para ellos.

18 Es justo Yavé,

porque fui rebelde a sus órdenes.

Escuchen, pues, pueblos todos,

y miren mi dolor.

Mis vírgenes y mis jóvenes

han ido al cautiverio.

19 Llamé a mis amigos,

pero me traicionaron.

Mis sacerdotes y mis ancianos

han muerto en la ciudad,

mientras se buscaban alimento

para reanimarse.

20 Mira, Yavé, que estoy en angustias,

me hierven las entrañas.

Dentro se me retuerce el corazón,

porque he sido muy rebelde.

Afuera la espada acaba con los hijos,

y dentro de la ciudad, la muerte.

21 Oye cómo gimo,

y no hay quién me consuele.

Mis enemigos conocieron mi desgracia

y se alegran de lo que me has hecho.

¡Que venga el día que tienes anunciado!

¡Que ellos estén como yo estoy!

22 ¡Que toda su maldad llegue ante ti,

y trátalos como me trataste a mí

por todas mis rebeldías!,

porque mis gemidos son muchos

y languidece mi corazón.

  • Isaías 47,7
  • Isaías 63,2
  • Jeremías 13,17
  • Jeremías 14,17
  • Jeremías 30,14
  • Deuteronomio 32,35
  • Amós 5,18
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