SOBICAIN

Centro Bíblico San Pablo

SOBICAIN / Centro Bíblico San Pablo

Biblia Latinoamérica

Reconozcan y celebren las maravillas de Dios

1 Al final del banquete de bodas, Tobit llamó a su hijo Tobías y le dijo: «Hijo mío, tenemos que arreglar cuentas con tu compañero. Aumentarás el precio convenido». 2 Tobías preguntó: «Papá, ¿cómo podría pagarle por sus servicios? Aunque le diera la mitad de los bienes que trajo conmigo, no sería suficiente. 3 Me devuelve sano y salvo, sanó a mi mujer, trae conmigo el dinero, y por último te sanó». ¿Cómo hablar de un sueldo después de todo eso?» 4 Tobit respondió: «Sería justo que se quedara con la mitad de lo que trajo».

5 Tobías llamó pues a su compañero y le dijo: «Quédate con la mitad de lo que has traído, ese será el pago de tus servicios, y luego te irás en paz».

6 Entonces Rafael llevó a los dos aparte y les dijo: «¡Bendigan a Dios! ¡Celébrenlo en medio de todos los seres vivientes por los favores que les hizo! ¡Bendigan y canten su nombre! ¡Procuren que todos conozcan las obras de Dios como se lo merecen, y no dejen de darle gracias! 7 Es bueno guardar el secreto del rey, pero es muy recomendable revelar y publicar las maravillas de Dios. Agradézcanle como corresponde.

Hagan el bien y no conocerán la desgracia. 8 Más vale la oración y el ayuno, la limosna y la justicia que la riqueza con injusticia; más vale tener poco y ser justo que tener mucho siendo pecador. 9 La limosna libra de la muerte, purifica de cual quier pecado; los que dan limosna tendrán larga vida, 10 los que cometen el pecado y la maldad, atentan contra su vida.

11 Les voy a decir toda la verdad y no les ocultaré nada. Ya les dije que es bueno guardar el secreto del rey y que es recomendable revelar las maravillas de Dios. 12 Sepan, pues, que cuando ustedes, tú y Sara, estaban orando, yo fui quien presentó su oración delante de la Gloria del Señor. Y cuando tú enterrabas a los muertos, yo también estaba contigo. 13 Después no dudaste en levantarte de la mesa para ir a enterrar a un muerto y fue entonces que me enviaron para probar tu fe. 14 Y de nuevo me envió Dios para sanarte y para sanar al mismo tiempo a tu nuera Sara. 15 Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles servidores del Señor que en cualquier momento tienen acceso a su Gloria».

16 Entonces, llenos de temor, se postraron en el suelo. 17 Pero él les dijo: «¡No tengan miedo. La paz sea con ustedes, bendigan siempre a Dios! 18 Yo no les he hecho ningún favor, fue por voluntad de Dios que los acompañé. A él pues deben bendecir todos los días de su vida, a él deben cantarle. 19 Ustedes me veían comer, pero eran sólo apariencias. 20 Bendigan pues al Señor, ustedes que están en la tierra, y denle gracias a Dios mientras subo a donde el que me envió. Pongan por escrito todo lo que ha pasado». Entonces Rafael se elevó.

21 Cuando se pararon, ya no lo vieron. Alabaron a Dios con cánticos, agradeciéndole de que hubiera realizado tales maravillas: ¡Sí, se les había aparecido un ángel de Dios!

  • Sirácides 3,30
  • Daniel 4,24
  • Evangelio según Lucas 1,19
  • Apocalipsis 8,2
  • Evangelio según Mateo 18,10
  • Jueces 13,20
  • Evangelio según Juan 20,17
  • Hechos de los Apóstoles 1,9
Tob 12,1

Se ve que Dios muchas veces da parte del premio en la tierra a los que son fieles a su ley.

En las palabras del ángel hay algo muy grande: Dios toma en cuenta todas las cosas pequeñas y aparentemente sin importancia que hagamos en la vida. Dios está preocupado continuamente de las personas que le son fieles y lo sirven como Tobit.

La limosna —el compartir— libra de la muerte y purifica de todo pecado (9). Las palabras que utiliza Tobías son propias de una sociedad que en nada se parecía a la nuestra, y hoy en día el compartir toma muchas formas cuando las naciones comienzan a darse cuenta de que son una sola humanidad. Pero el compartir sigue siendo una ley principal, pues si actualmente tantas personas y familias se hallan en una situación difícil, ya no es posible echarle siempre la culpa a la «sociedad»; cada uno más bien debe preguntarse si ha sabido compartir y atraer así la bendición de Dios. Un salmo lo dice: «El hombre injusto pide fiado y no devuelve, pero el justo comparte plenamente y no le falta» (Sal 37,21).

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