1 Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor perdura para siempre.
2 Den gracias al que es Dios de los dioses,
porque su amor perdura para siempre.
3 Den gracias al Señor de los señores,
porque su amor perdura para siempre.
4 Al único que ha hecho maravillas,
porque su amor perdura para siempre.
5 Al que con sabiduría hizo los cielos,
porque su amor perdura para siempre.
6 Al que puso la tierra sobre las aguas,
porque su amor perdura para siempre.
7 Al que creó las grandes luminarias,
porque su amor perdura para siempre.
8 Al sol para que gobierne el día,
porque su amor perdura para siempre.
9 La luna y las estrellas para que manden la noche,
porque su amor perdura para siempre.
10 Al que hirió a Egipto en sus primogénitos,
porque su amor perdura para siempre.
11 Y a Israel lo sacó de en medio de ellos,
porque su amor perdura para siempre.
12 Con mano fuerte y brazo levantado,
porque su amor perdura para siempre.
13 Al que separó en dos el Mar de Juncos,
porque su amor perdura para siempre.
14 Y condujo a Israel por medio de él,
porque su amor perdura para siempre.
15 Allí tumbó a Faraón y a su ejército,
porque su amor perdura para siempre.
16 Al que guió a su pueblo en el desierto,
porque su amor perdura para siempre.
17 Al que aplastó a reyes poderosos,
porque su amor perdura para siempre.
18 Y dio muerte a monarcas respetables,
porque su amor perdura para siempre.
19 A Sijón, rey de los Amorreos,
porque su amor perdura para siempre.
20 Y a Og, rey de Basán,
porque su amor perdura para siempre.
21 Y traspasó sus tierras como herencia,
porque su amor perdura para siempre.
22 Como herencia a Israel, su servidor,
porque su amor perdura para siempre.
23 Se acordó de nosotros en nuestro abatimiento,
porque su amor perdura para siempre.
24 Y nos libró de nuestros opresores,
porque su amor perdura para siempre.
25 El da su pan a todo ser carnal,
porque su amor perdura para siempre.
26 Den gracias al que es Dios de los cielos,
porque su amor perdura para siempre.
Alabemos a Dios por sus maravillas: la creación del mundo, la liberación de Egipto (que preparó nuestra cristiandad), su Providencia (nuestro pan de cada día).
Esta acción de gracias puede parecernos tal vez demasiado limitada a la historia de los judíos; pero ya que venimos veinte siglos más tarde, tenemos horizontes más amplios y reconocemos la mano de Dios en la vida del mundo y en los acontecimientos de cada día: Todo viene de Dios y vuelve a El.