1 Oh Dios, los paganos han entrado en tu heredad, han profanado tu santuario, y a Jerusalén la han dejado en ruinas.
2 Arrojaron los cuerpos de tus siervos como carroña a las aves de rapiña y la carne de tus fieles a las fieras.
3 Derramaron la sangre como el agua en torno a Jerusalén y no había ningún sepulturero.
4 Somos una vergüenza ante nuestros vecinos, objeto de risa y burla a nuestro derredor.
5 ¿Hasta cuándo, Señor, durará tu cólera? ¿Tus celos quemarán siempre como fuego?
6 Descarga tu furor sobre los paganos, sobre la gente que no te conoce, sobre los reinos que no invocan tu nombre.
7 Pues devoraron a Jacob y asolaron tu dominio.
8 No nos tengas rencor por faltas de nuestros padres, que tu misericordia corra a nuestro encuentro, pues ya no podemos más.
9 Ayúdanos, oh Dios, salvador nuestro, en atención a la gloria de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados en honor a tu nombre.
10 ¿Quieres que digan los paganos: «¿Dónde está su Dios?»
Que bajo nuestros ojos conozcan los paganos cómo cobras venganza de la sangre derramada de tus siervos.
11 Que hasta ti llegue la queja del prisionero; con tu potente brazo salva a los condenados a muerte.
12 Paga a nuestros vecinos siete veces los insultos que te lanzaron, Señor.
13 Y nosotros, tu pueblo, el rebaño de tu redil, te daremos gracias para siempre; de edad en edad diremos tu alabanza.
Aquí tenemos nuevamente un salmo que nació en la persecución religiosa del tiempo de los Macabeos. A la Biblia le encanta considerar los salmos como oraciones compuestas por David. Por eso, cuando los apóstoles citan un salmo, dicen: Dios ha dicho por boca de David... De hecho, los salmos son la oración de un pueblo que ha experimentado el sufrimiento.
Este salmo le recuerda a Dios que está en juego su honra, pero El ¿qué piensa? ¿Estamos nosotros siempre dispuestos a aceptar que la gloria de Dios incluye también fracasos y humillaciones ( y a veces grandes humillaciones) para su Iglesia?