1 Reina el Señor, vestido de grandeza,
el Señor se revistió de poder,
lo ciñó a su cintura,
el mundo está ahora firme e inamovible.
2 Tu trono está erigido desde siempre,
pues tú eres, Señor, desde la eternidad.
3 Los ríos levantan, Señor,
los ríos levantan su voz,
los ríos levantan su fragor.
4 Pero más que el fragor de las aguas,
más grandioso que el oleaje de la mar
es el Señor, grandioso en las alturas.
5 Nada hay más seguro que tus palabras,
tu casa es el lugar de la santidad,
oh Señor, día tras día y para siempre.
Aquí tenemos uno de los salmos de la Realeza de Yahvé (véase salmos 95, 96, 97, 98, 99): en ellos es aclamado como el creador del universo. Pero no confundamos, pues este reinado definitivo sobre la tierra nada tiene que ver con el «Reino» que proclama Jesús y que ya está presente en la historia humana.