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Centro Bíblico San Pablo

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Biblia Latinoamérica

La historia de Rahab

1 Josué, hijo de Nun, despachó desde Sitim secretamente a dos espías. Les dijo: «¡Vayan! Observen bien el terreno y la ciudad de Jericó». Después de recorrer su camino, entraron en casa de una prostituta que se llamaba Rahab; allí pasaron la noche.

2 Le avisaron al rey de Jericó: «Unos hombres israelitas llegaron aquí, han venido para observar el terreno». 3 Entonces el rey de Jericó mandó a decir a Rahab: «Haz que salgan esos hombres que se han alojado en tu casa, pues han venido para informarse de nuestro territorio». 4 Pero la mujer escondió a los hombres y respondió: «Esos hombres que llegaron a mi casa 5 se fueron al caer la noche, cuando se cierra la puerta de la ciudad, y no sé para dónde partieron. Si ustedes salen inmediatamente en su persecución, tal vez los atrapen». 6 En realidad, los había hecho subir a su terraza y los había escondido bajo unos atados de lino que tenía allí.

7 La gente se lanzó en su persecución en dirección al Jordán, hacia el lado de los vados, y apenas salieron, se cerró la puerta de la ciudad.

8 Todavía no se habían acostado los dos hombres, cuando ella los fue a ver en la terraza. 9 Les dijo: «Sé que Yavé les ha entregado este país; han sembrado el pánico en medio de nosotros y toda la gente de este país está atemorizada con ustedes. 10 Nos han dicho de qué manera Yavé secó ante ustedes el mar de los Juncos cuando salían de Egipto, y lo que ustedes hicieron a los dos reyes de los amoreos al otro lado del Jordán, a Sijón y a Og, a los que condenaron al anatema.

11 Cuando lo supimos se nos paró el corazón y al verlos acercarse todo el mundo está ahora lleno de miedo, porque Yavé, su Dios, es Dios tanto arriba en los cielos como abajo en la tierra. 12 Pero ya que les he hecho un favor, júrenme por Yavé que también ustedes harán un favor a la casa de mi padre, 13 y dejen que vivan mi padre, mi madre, mis hermanos, mis hermanas y todo lo que les pertenece. Líbrennos de la muerte». 14 Los hombres respondieron: «Te lo juramos por nuestras propias cabezas; con tal que tú no reveles nuestra conversación, te trataremos con bondad y fidelidad cuando Yavé nos entregue este país».

15 Los ayudó a bajar por la ventana, porque su casa estaba construida junto a la muralla. 16 Les dijo: «Huyan a los cerros para que no los encuentren los que los persiguen. Quédense allí escondidos tres días, hasta que regresen los que los persiguen, luego sigan su camino».

17 Los hombres le dijeron: «Respetaremos el juramento que te hemos hecho. 18 Cuando entremos en este territorio, amarrarás este cordón de hilo rojo a la ventana por donde nos hiciste bajar. Reunirás junto a ti, en tu casa, a tu padre, tu madre, tus hermanos y a toda la familia de tu padre. 19 Si alguno de entre ellos abre la puerta y sale de la casa, será responsable de su muerte y nosotros quedaremos libres, pero si los nuestros ponen la mano encima de cualquiera que esté contigo en tu casa, nosotros seremos responsables. 20 Pero no cuentes a nadie nuestro acuerdo, porque si no quedaremos libres del juramento que acabamos de hacer».

21 Les dijo: «Que sea como acaban de decírmelo». Los despidió y se fueron; luego amarró el cordón rojo a su ventana.

22 Los hombres al salir se dirigieron a los cerros. Allí estuvieron tres días mientras los que los perseguían buscaban a lo largo del camino, sin encontrar nada. 23 Los dos hombres entonces bajaron de los cerros y atravesaron el Jordán. Se presentaron luego a Josué, hijo de Nun, y le contaron toda su aventura. 24 Y añadieron: «Yavé ha puesto todo ese país en nuestras manos; todos los habitantes de ese país están asustados con nosotros».

  • Carta a los Hebreos 11,31
  • Carta de Santiago 2,25
  • Evangelio según Mateo 1,5
  • Hechos de los Apóstoles 9,25
Jos 2,1

Una prostituta recibe a los espías de Josué y ellos le prometen perdonarle la vida a ella y a todo su grupo familiar. Las murallas enormes de Jericó habían sido destruidas un siglo antes, y la población se había instalado de nuevo dentro sin repararlas. Imaginemos a toda esa gente reunida en una casa edificada con las mismas ruinas de la muralla.

Este acontecimiento menor tiene valor de signo. El autor del libro pone en boca de Rahab una declaración de fe en Yavé, el Dios que vive y que va a entregar el país al pueblo hebreo. A causa de esta fe, Rahab será salvada.

La tradición judía la reconocía como antepasada del rey David, y el Evangelio la nombra en la genealogía de Jesús (Mt 15).

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