1 Después de Abimelec surgió Tola, hijo de Puá, hijo de Dodó, para librar a Israel. Era de la tribu de Isacar y vivía en Samir, en la montaña de Efraín. 2 Fue juez de Israel durante veinte años, después murió y lo enterraron en Samir.
3 Después de él surgió Yaír de Galaad. Fue juez de Israel veintidós años. 4 Tenía treinta hijos que andaban en treinta burros, y poseía treinta ciudades que todavía se llaman las aldeas de Yaír, en el territorio de Galaad. 5 Cuando Yaír murió, lo enterraron en Camón.
6 De nuevo hicieron los israelitas lo que es malo a los ojos de Yavé. Sirvieron a los Baales y a las Astartés como también a los dioses de Aram, de Sidón, de Moab, de los amonitas y de los filisteos. Abandonaron a Yavé y no le sirvieron más. 7 Por eso estalló contra Israel la cólera de Yavé, quien lo entregó en manos de los filisteos y de los amonitas. 8 A partir de ese año aplastaron y maltrataron a todos los israelitas que vivían al otro lado del Jordán, en territorio amoreo, en Galaad, y esto duró dieciocho años. 9 Los amonitas atravesaron incluso el Jordán para atacar a Judá, Benjamín y la casa de Efraín: Israel se hallaba en una situación muy grave.
10 Los israelitas clamaron entonces a Yavé: «Hemos pecado contra ti, le dijeron, hemos abandonado a nuestro Dios y servido a los Baales». 11 Yavé les respondió: «Cuando ustedes eran oprimidos por los egipcios, los amoreos, los amonitas, los filisteos, 12 los sidonios, los amalecitas o los madianitas y me clamaban, ¿no los libré de sus manos? 13 Pero ustedes me han abandonado y han servido a otros dioses, por eso ya no los salvaré más. 14 Vayan ahora a gritar a los dioses que se eligieron, ¡que ellos los libren ahora que las cosas se dan mal para ustedes!»
15 Los israelitas dijeron a Yavé: «Hemos pecado, trátanos como mejor te parezca, pero por lo menos sálvanos ahora». 16 Hicieron desaparecer de sus casas los dioses extranjeros y sirvieron a Yavé. Entonces Yavé no aguantó más el sufrimiento de Israel.
17 Los amonitas se reunieron e instalaron su campamento en Galaad. Los israelitas también se reunieron e instalaron su campamento en Mispá. 18 El pueblo y los jefes de Galaad se decían unos a otros: «¿Quién será nuestro jefe para atacar a los amonitas? A ese lo pondremos a la cabeza de todos los habitantes de Galaad.»
Cada tribu tenía sus propios problemas. En varios lugares se levantaron salvadores que, después de una victoria, fueron honrados como «Jueces» por el resto de su vida: Gedeón era de Manasés; Tolá, de Isacar; Jaír, del país de Galaad.
De 10,6 a 12,7 se relata la historia de Jefté. La introducción, 10,6-18, destaca el significado de estos acontecimientos.
Se notará el amor incansable de Yavé, que siempre perdona. Los pecados se van acumulando: «Por eso ya no los salvaré más»; y, sin embargo, una vez más, Dios no aguantó más el sufrimiento de Israel. Si nos quejamos del silencio de Dios frente a la actual injusticia y opresión, es porque no sabemos ver el pecado y la irresponsabilidad de los oprimidos.