1 Vi luego en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, porque con ellas se consuma la cólera de Dios. 2 Vi también como un mar de cristal destellante, y a los vencedores de la bestia, de su imagen y de la cifra de su nombre, que se colocaban sobre el mar de cristal, llevando las arpas celestiales en sus manos. 3 Estos cantan el cántico de Moisés, servidor de Dios, y el cántico del Cordero:
Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor Dios, Todopoderoso.
Justicia y verdad guían tus pasos, oh Rey de las naciones.
4 ¿Quién no dará honor y gloria a tu Nombre, oh Señor?
Tú solo eres santo,
y todas las naciones vendrán
y se postrarán ante ti,
porque tus fallos se han dado a conocer.
5 Después se abrió el Santuario de la Tienda del Testimonio 6 y salieron del Santuario los siete ángeles portadores de las siete plagas, vestidos de lino puro resplandeciente y ceñido su pecho con cinturones de oro. 7 Uno de los cuatro Vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive por siglos sin fin. 8 Entonces el Santuario se llenó de humo por estar allí la gloria de Dios y su poder, de modo que nadie podía entrar en él hasta que se consumaran las siete plagas de los siete ángeles.
Aquí volvemos sobre la caída de Roma, la cual es esperada y considerada como un juicio de Dios. Las siete copas mezclan imágenes que provienen de las plagas de Egipto y de varios textos proféticos.
Har-maguedón, o sea, el monte Meguido (16,16), recordaba una derrota famosa de la historia judía (2 Reyes 23,29), y es una manera de anunciar la derrota de los que allí se juntan.
Las siete copas llenas de las siete plagas describen con imágenes pintorescas algo que tal vez no está muy lejos de nosotros. El mundo presente no cree en los «castigos de Dios», y por otra parte, se ha abusado tanto de esta expresión en siglos pasados, que no debemos utilizar la palabra sin mucho cuidado. Dios es amor y a cada uno de nosotros le envía solamente lo que será para su bien. Pero también el Apocalipsis, siguiendo la tradición de los profetas y de Jesús, afirma que Dios juzga y castiga a las naciones y a las colectividades a lo largo de su historia.
Nuestra generación también será juzgada. Muchos se han asustado en los primeros tiempos del Sida, y ninguno se atrevió a hablar de un juicio de Dios. Pero sabemos que otras plagas ahora se avecinan, y el dominio del hombre sobre la naturaleza no le impide a ésta que tome su revancha: antibioticos y pesticidas que ya no tienen fuerza sino que envenenan a los hombres, congestion, paralisis, inseguridad de las Babeles grandes, sol y lluvias que desconciertan las previsiones...