Las excavaciones arqueológicas han enriquecido nuestros conocimientos de los siglos pasados. Poco a poco, las ciudades antiguas, que no eran más que un nombre en los Atlas bíblicos, encuentran su fisonomía: aparecen las bases de una muralla o de una puerta, las bases de un templo o de un palacio… Los museos que se crearon sobre el sitio muestran estatuillas o vasos de cerámica fechados, que tienen relación con uno u otro hecho que ha marcado la historia de esa ciudad. De esta manera no son sólo piedras o restos que se visitan, sino la historia de un pueblo que se descubre gracias a los vestigios pacientemente exhumados y traducidos por los arqueólogos. Este trabajo, que cuenta ahora más de un siglo, y la ciencia que recurre a diferentes disciplinas, esclarecen el contexto histórico de la Revelación.
Hace 150 años, Edward Robinson y Eli Smith se dedican a la búsqueda y la identificación de los sitios bíblicos en Palestina. Sus pacientes investigaciones, las preguntas a los árabes que viven en el país, les permiten establecer unas listas de los sitios antiguos. La conservación del nombre antiguo de los lugares a través de los siglos y, a veces, de los milenarios se debe a que desde esos tiempos lejanos el país ha sido poblado por semitas cuyos idiomas han guardado las raíces primitivas.
En 1865, se constituye la Palestine Exploration Found y al capitán Charles Warren, se le encargan en nombre de la fundación las exploraciones en Jerusalén.
Al final del siglo 19, una doble intuición hizo de Flinders Petrie (que trabajaba sobre el túmulo El-Hesi para la Palestine Exploration Found) el padre de la arqueología palestina. Demostró la importancia, a la vez de la apertura de un “zanja estratigráfica” y del estudio de la cerámica para datar las diferentes capas arqueológicas encontradas. Su intuición fue decisiva para los tiempos que siguieron. Un tell (o túmulo), simplificando la explicación, es una superposición de ciudades, cada una reconstruida sobre las ruinas de la anterior; se podía pensar que al cortar un en forma vertical, aparecerían en el corte los vestigios superpuestos des las diversas ciudades que se sucedieron una después de la otra.
En cuanto a la industria de la cerámica, que debe preceder en 2000 años la primera metalurgia, Flinders Petrie presentía que ella había cambiado según las edades y las regiones, permitiendo de esta manera distinguir y datar las diversas capas en las cuales ella había sido encontrada. Pronto se comprobó que la realidad era mucho más compleja: la reconstrucción de una ciudad sobre las ruinas de una más antigua, podría haber ocurrido luego de un período de abandono más o menos largo del sitio, los basamentos de un edificio nuevo podrían haberse intercalado a los elementos arquitectónicos más antiguos, el reempleo por los nuevos constructores de las piedras antiguas es cosa que se observa frecuentemente. En cuanto a la cerámica, una influencia extranjera se ha podido ejercer sobre el trabajo artesanal, llegando a generar formas compuestas. La actividad comercial, los desplazamientos de la población, han podido generar este intercambio y llegar las piezas mucho más allá de su lugar de origen. Correspondió a los arqueólogos del siglo XX verificar y afinar las intuiciones de Flinders Petrie.
Hoy la “cerámica” se estudia desde diversos puntos de vista. La constitución de la masa (el origen mineral, la preparación, las técnicas de trabajo y de cocción), la forma del objeto, los métodos de decoración, el grafismo… Con esto el especialista data la cerámica, determina su origen geográfico y de manera frecuente su uso original.
La arquitectura posee de igual manera sus métodos propios de análisis: materiales utilizados, talla de la piedra, formas de las estructuras, elementos decorativos… Habría que citar igualmente la epigrafía (estudio de los documentos grabados o escritos) y en estos últimos tiempos la numismática (estudio des las monedas). A los datos que generan las diferentes disciplinas, se adjuntan la datación de los terrenos o de restos humanos, animales o vegetales, y los análisis con el célebre Carbono 14.
En 1952, Miss Kathleen Kenyon, aplicaba en Jericó, una técnica de excavación utilizada anteriormente Mortimer Wheeler. Luego de un estudio topográfico, se divide el terreno en cuadrados de cuatro metros de lado, dejando entre ellos un espacio de un metro de ancho. Cada cuadrado es explorado metódicamente, cada vestigio (trozo de cerámica, monedas, elementos de construcción…) es técnicamente descrito. Este método, hoy día está a la base de las exploraciones arqueológicas.
Este método de datación fue utilizado por primera vez por el químico americano Willard Franck Libby en 1947, quien descubrió el proceso de formación de este isótopo del carbono en la atmósfera. Luego de su penetración en la capa de aire que rodea la tierra, los protones de origen galáctico generan el nacimiento de unos neutrones que, en un primer momento, se fijan sobre las moléculas de oxígeno y de azote del aire para contribuir en seguida, a la producción del carbono 14. De esta manera, el gas carbónico fijado por las células clorofílicas de los vegetales superiores contiene una cantidad infinitesimal (0,00000000012%), pero todavía mesurable, de carbono 14. Sus 14 neutrones agrupados alrededor de 6 protones, lo diferencian del carbono 12 presente de manera mayoritaria en la atmósfera (98,89%) y del carbono 13 igualmente presente, pero en menor cantidad (1,108%).
Este carbono es radioactivo; mientras los vegetales están vivos, un ciclo de formación y desintegración mantiene en ellos una radioactividad constante, pero, en cuanto mueren, la radioactividad se reduce a la mitad cada 5568 años. Midiendo la pérdida de radioactividad del carbono presente en las células de los vegetales, se obtiene la fecha en la cual ellos dejaron de vivir. Los animales no tienen la facultad de los vegetales de asimilar el carbono, pero, como los vegetales son la fuente de alimentación de los herbívoros, el carbono se absorbe y se fija en forma de calcárea en los huesos y los tejidos.
En realidad, el proceso es mucho más complejo, pero el tener en cuenta estos parámetros permite una datación relativamente precisa de los restos de seres vivos cuya antigüedad no pasa de los 40000 años.
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