El fuego de la Palabra inflama el corazón de los discípulos de Jesús y los funde en un solo corazón y una sola alma: el don pascual de la vida del Hijo se derrama sobre la humanidad, que finalmente puede vivir del mismo soplo de Dios. Después del ensayo de La Biblia se abre en Pascua. Escritura, liturgia y teología unen una vez más a diecisiete estudiosos en busca del hilo rojo de Pentecostés, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el contexto de la lectura litúrgica de la Biblia, las diversas contribuciones pretenden ofrecer un comentario sobre las lecturas proclamadas en la solemnidad, siguiendo el camino de las celebraciones, donde cada elemento encuentra su significado en relación con los demás. Se sigue paso a paso el leccionario de Vigilia y Misa del día, mientras dos concisos aportes dan una clave hermenéutica de todo el proceso. Si la Biblia es el «alma de la teología», esta alma encuentra un hogar en la liturgia. Aquí la Palabra es proclamada y escuchada, aquí se incendia y se realiza: el cuerpo de la Escritura se revela como el cuerpo de Cristo, verdadero alimento. Es en la liturgia donde se desarrolla con plenitud, aunque todavía velada, aquella primera palabra de Dios: «¡Hágase la luz! Y era luz». Ver anexo.