1 «Vengan, volvamos a Yavé; pues si él nos lesionó, él nos sanará; si él nos hirió, él vendará nuestras heridas. 2 Dentro de poco nos dará la vida, al tercer día nos levantará y viviremos en su presencia.
3 Empeñémonos en conocer a Yavé. Su venida es tan cierta como la de la aurora, y su intervención, tan repentina como la llegada del día. Llegará como la lluvia, como el aguacero que riega la tierra.
4 «¿Qué he de hacer contigo, Efraím? ¿Cómo he de tratarte, Judá? El cariño que me tienen es como una nube matinal, como el rocío que sólo dura algunas horas. 5 Por eso, les envié profetas para desarraigarlos, y de mi propia boca salió su sentencia de muerte.
6 Porque me gusta más el amor que los sacrificios, y el conocimiento de Dios, más que víctimas consumidas por el fuego.»
7 Pero ellos no cumplieron mi alianza en Adam, pues allí me traicionaron. 8 Galaad, ciudad de malhechores, está llena de huellas de sangre. 9 Como una banda de salteadores, los sacerdotes se juntan para asaltar a los que pasan por el camino de Siquem: lo que hacen es una vergüenza. 10 He visto una cosa horrible en Betel; pues allá Efraím se prostituye, Is rael se deshonra. 11 (A ti, Judá, te espera una buena cosecha cuando traiga de vuelta a los desterrados de mi pueblo y sane a Israel).
El hombre lamenta sus errores, pero su sinceridad no es tal que se aleje de sus pecados. Piensa contentar a Dios con ofrecerle algunos sacrificios, pero está lejos del amor verdadero que se prueba con la obediencia; prefiere ofrecer sacrificios costosos que él mismo decide, en vez de obedecer lo que Dios le pedía.
Quiero amor, no sacrificios. En una oportunidad Cristo rebatió a los fariseos con esa frase (ver Mt 9,13).
Adam, Galaad, Betel, lugares donde se celebra el culto a Yavé mezclado con prácticas paganas.