SOBICAIN

Centro Bíblico San Pablo

SOBICAIN / Centro Bíblico San Pablo

Biblia Latinoamérica

1 Había en el país de Us un hombre llamado Job; era un varón perfecto que temía a Dios y se alejaba del mal. 2 Tuvo siete hijos y tres hijas. 3 Tenía muchos servidores y poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas burras. Este hombre era el más famoso entre todos los hijos de oriente. 4 Sus hijos acostumbraban a celebrar banquetes por turno, en casa de cada uno de ellos, e invitaban también a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. 5 Una vez terminados los días de esos banquetes, Job los mandaba a llamar para purificarlos; se levantaba muy temprano y ofrecía sacrificios por cada uno de ellos, pues decía: «Puede que mis hijos hayan pecado y ofendido a Dios en su corazón.»

Así hacía Job.

6 Un día, cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse ante Yavé, apareció también entre ellos Satán.

7 Yavé dijo a Satán: «¿De dónde vienes?» Satán respondió: «Vengo de la tierra, donde anduve dando mis vueltas.» 8 Yavé dijo a Satán: «¿No te has fijado en mi servidor Job? No hay nadie como él en la tierra. Es un hombre bueno y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.» 9 Satán respondió: «¿Acaso Job teme a Dios sin interés? 10 ¿No lo has rodeado de un cerco de protección a él, a su familia y a todo cuanto tiene? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país. 11 Pero extiende tu mano y toca sus pertenencias. Verás si no te maldice en tu propia cara.»

12 Entonces dijo Yavé a Satán: «Te doy poder sobre todo cuanto tiene, pero a él no lo toques.» Y Satán se retiró de la presencia de Yavé.

13 Un día los hijos y las hijas de Job estaban comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor. 14 Vino un mensajero y le dijo a Job: «Tus bueyes estaban arando y las burras pastando cerca de ellos. 15 De repente aparecieron los sabeos y se los llevaron y a los servidores los pasaron a cuchillo. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»

16 Todavía estaba hablando, cuando llegó otro que dijo: «Cayó del cielo fuego de Dios y quemó completamente a las ovejas y sus pastores. Sólo escapé yo para anunciártelo.» 17 Aún no terminaba de hablar, cuando entró un tercero, diciendo: «Los caldeos, divididos en tres grupos, se lanzaron sobre tus camellos, se los llevaron, dieron muerte a espada a tus mozos y sólo yo he escapado para anunciártelo.»

18 Estaba éste contando lo sucedido cuando un último lo interrumpió, diciendo: «Tus hijos e hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa del mayor de ellos. 19 De repente sopló un fuerte viento del desierto y sacudió las cuatro esquinas de la casa; ésta se derrumbó sobre los jóvenes y han muerto todos. Sólo yo pude escapar para traerte la noticia.»

20 Entonces Job se levantó y rasgó su manto. Luego, se cortó el pelo al rape, se tiró al suelo y, echado en tierra, 21 empezó a decir:

«Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá volveré. Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado, ¡que su nombre sea bendito!»

22 En todo esto no pecó Job ni dijo nada insensato en contra de Dios.

  • Ezequiel 14,14
  • Carta de Santiago 5,11
  • Primer Libro de los Reyes 22,19
  • Daniel 7,10
  • Carta a los Hebreos 12,22
  • Apocalipsis 5,11
  • Salmos 49,18
  • Qohelet 5,14
  • Primera Carta a Timoteo 6,7
Job 1,1

Job tiene una situación muy envidiable: es un jefe de nómadas, algo como Abraham, a quien nada le falta. Sin embargo, no es más que un peón en la política mundial, mejor dicho, en la política celestial. Dios tiene su consejo con los hijos de Dios, es decir, con los dioses o ángeles que forman su corte, y ve lo que a Job se le escapa. En el caso presente, Yavé es desafiado por Satán, es decir, el adversario, el espíritu que incita a la rebelión, y a pesar suyo tiene que probar a Job para defender su propio honor.

Así, pues, de entrada se pone al hombre en su verdadero lugar. No es el centro del mundo ni puede exigirle a Dios que detenga por él la marcha de los acontecimientos.

Esta intervención de Satán es uno de los recursos de los que los creyentes echan mano espontáneamente para justificar a Dios. Pues aquí está la dificultad: mientras no se cree en Dios, nadie más que nosotros es responsable por el mal, y si se tiene a la vez buenos y malos dioses, sabemos a quién acusar. Pero si no hay más que un solo Dios, él lleva toda la responsabilidad, y para él también vale la palabra de Job en 2,10.

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