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Centro Bíblico San Pablo

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Biblia Latinoamérica

Moisés envía espías para explorar la tierra prometida

1 Yavé dijo a Moisés:2 «Envía hombres adelante para que exploren esa tierra de Canaán que voy a darles a los israelitas. Cada tribu elija como representante a uno de sus jefes.»

3 Moisés los envió pues desde el desierto de Parán según la orden de Yavé. Todos esos hombres eran jefes de Israel.4 Estos eran sus nombres: Por la tribu de Rubén, Chamma, hijo de Zacur;5 por la tribu de Simeón, Chafat, hijo de Huri;6 por la tribu de Judá, Caleb, hijo de Jefoné; 7 por la tribu de Isacar, Igal, hijo de José;8 por la tribu de Efraím, Oseas, hijo de Nun;9 por la tribu de Benjamín, Palti, hijo de Rafu;10 por la tribu de Zabulón, Gadiel, hijo de Sodi;11 por la tribu de José, por la estirpe de Manasés, Gadi, hijo de Susi;12 por la tribu de Dan, Ammiel, hijo de Gemali;13 por la tribu de Aser, Setur, hijo de Micael;14 por la tribu de Neftalí, Nahalí, hijo de Vafsi;15 por la tribu de Gad, Geuel, hijo de Maqui.

16 Estos son los nombres de los hombres que Moisés mandó para que exploraran la tierra de Canaán (a Osea, Moisés le dio el nombre de Josué).

17 Moisés los mandó pues a explorar la tierra de Canaán. Les dijo: «Suban por el Negueb, luego pasen a la montaña.18 Miren bien cómo es esa tierra y qué tipo de gente vive allí; si es fuerte o débil, escasa o numerosa.19 Observen cómo es ese país donde viven, si es bueno o malo. Cómo son las ciudades donde viven: ¿son campamentos o ciudades fortificadas? 20 Fíjense en cómo es la tierra, si es rica o pobre, si hay o no árboles. Y no tengan miedo en traernos algunos productos del país». Porque era la estación de las primeras uvas.

21 Partieron pues a explorar ese país desde el desierto de Sin hasta Rehob, a la entrada de Emat.22 Subieron por el Negueb y llegaron a Hebrón, donde se encontraban Ahimán, Chechai y Talmai, de la raza de los anaquim. Hebrón había sido fundada siete años antes que la ciudad de Tanis, en Egipto.23 Llegaron al valle de Escol, donde cortaron un sarmiento con un racimo de uva que transportaron en un palo entre dos, junto con granadas e higos.24 Ese lugar se llamó el valle del Racimo, por el racimo que habían cortado allí los israelitas.

25 Al cabo de cuarenta días volvieron de su inspección a ese país.26 A su regreso se presentaron a Moisés, Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en Cadés, en el desierto de Parán. Dieron cuenta de su recorrido ante toda la comunidad y les mostraron los productos del país.

27 Esto fue lo que contaron: «Entramos al país a donde nos enviaron. ¡Realmente es una tierra que mana leche y miel: ¡aquí están sus productos!28 Pero el pueblo que vive en ese país es muy poderoso. Las ciudades son muy grandes y fortificadas, hemos visto incluso a los descendientes de Enac.29 Los amalecitas viven en el Negueb; los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña; los cananeos están instalados en la costa del mar y en las riberas del Jordán».

30 Caleb calmó al pueblo que murmuraba contra Moisés. «Subamos, les dijo, y conquistemos ese país, que somos capaces de más.»31 Pero los hombres que habían subido junto con él le replicaron: «No podemos atacar a ese pueblo porque es demasiado poderoso para nosotros.»32 Y se pusieron a desacreditar la tierra que habían visitado. Les decían a los Israelitas: «La tierra que hemos explorado es una tierra que devora a sus habitantes. Los hombres que allí viven son muy altos.33 Si hasta vimos gigantes. A su lado teníamos la impresión de que éramos langostas y así nos veían ellos.»

  • Deuteronomio 1,20
  • Éxodo 3,8
  • Génesis 6,4
Núm 13,1

Moisés y sus compañeros se insertaron en medio de los grupos nómadas ya instalados en los oasis del norte del Sinaí. Estos clanes iban a juntarse con sus hermanos ya radicados en las regiones montañosas de Palestina. Su entrada podía ser pacífica o también agresiva, y los israelitas conocieron ambas situaciones.

Los autores del libro de los Números, algunos ocho siglos después, serían entonces testigos de otra lucha más pacífica, pero no menos determinada, de la comunidad judía de Palestina, que se esforzaba por conservar a cualquier precio su identidad y adoptaba una actitud agresiva respecto a los demás pueblos que allí vivían.

El presente relato probablemente fue redactado en ese contexto. Tomando pie de tradiciones relativas a pequeños enfrentamientos, ubica en este lugar uno de los grandes pecados del pueblo de Dios. Tenía que conquistar Palestina y debía eliminar a sus habitantes; debía seguir adelante sin temor, confiado en la ayuda de Dios, pero la gente prefirió sentarse y buscar pretextos porque tenían miedo y habían perdido la esperanza.

Núm 13,22

Los anaquin. Se conservaba el recuerdo de ellos como de una raza de gigantes (Dt 2,10; 9,2; Jos 11,21...). Tal vez era realmente un grupo étnico de gran estatura o tal vez la imaginación colectiva los convirtió en gigantes al ver las enormes murallas que habían levantado para proteger sus ciudades.

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