2 Aunque estoy a la cabeza de innumerables pueblos y aunque soy dueño de toda la tierra, me he hecho un deber no dejarme embriagar por el orgullo del poder, gobernar siempre con sabiduría y benevolencia, garantizar continuamente a mis súbditos una vida en paz. Quiero extender hasta los límites de mi reino la civilización y la libre circulación, de tal manera que reine la paz que todos desean. 8 Mardoqueo oró al Señor, recordándole todas sus maravillas, y le dijo: 9 «Señor, Señor, Rey todopoderoso, todo está en tus manos, y nadie puede oponérsete si tú has decidido salvar a Israel.
3 Mis consejeros me están informando cuáles son los medios para alcanzar este objetivo. Pues bien, un hombre cuya sabiduría es eminente, cuya entrega no tiene falla, cuya fidelidad es a toda prueba, y que ocupa el segundo puesto en el reino —me refiero a Amán— 4 ese hombre ha denunciado ante nosotros a un pueblo lleno de malas intenciones, que está entremezclado con todos los pueblos del mundo. Sus leyes lo ponen en conflicto con todas las naciones; esa gente ignora sistemáticamente las órdenes de los reyes, hasta el punto de arruinar los esfuerzos de un gobierno que dirigimos de manera irreprochable. 10 Tú hiciste el cielo, la tierra y todas las maravillas que están bajo el cielo. 11 Tú eres el Señor de todas las cosas y nadie puede resistirte, porque tú eres el Señor.
5 Hemos constatado que ese pueblo, único en su género, se opone constantemente al resto de la humanidad, mantiene malos sentimientos hacia nuestro gobierno, y está dispuesto a cometer los peores crímenes para impedir que el reino viva en paz. 6 En vista de eso, hemos ordenado lo siguiente: Todos los que sean designados en las cartas de Amán, quien es responsable del gobierno y es para nosotros como un segundo padre, serán exterminados radicalmente junto con sus mujeres e hijos el día catorce del duodécimo mes (el mes de Adar) del presente año. Serán ejecutados por la espada de sus enemigos sin ninguna piedad ni miramiento. 12 Tú lo sabes todo, Señor; tú sabes que no fue por insolencia ni por orgullo ni por vanidad que me negué a hincarme ante ese orgulloso de Amán; 13 sin embargo estaría dispuesto a besar la planta de sus pies con tal de salvar a Israel.
7 De esta manera los opositores de ayer y de hoy serán enviados, en un solo día, al lugar de los muertos, y los asuntos públicos recuperarán la paz y la tranquilidad para el porvenir». 14 Pero he actuado así para no poner la gloria de un hombre por encima de la gloria de Dios. No quiero adorar a nadie más que a ti, mi Señor, y no lo hago por orgullo.
15 Ahora Señor, Dios y Rey, Dios de Abrahán, salva a tu pueblo, ahora que tienen fijos sus ojos en nosotros para destruirnos y para hacer desaparecer el pueblo que te pertenece desde el principio. 16 No abandones a tu pueblo, al que libraste de Egipto.
17 Atiende a mi oración, mira favorablemente a tu pueblo, transforma nuestro pesar en alegría. Haz que vivamos y entonaremos cánticos en honor de tu nombre, Señor. No permitas que desaparezcan los que cantan tus alabanzas».
18 Y todo Israel clamaba con todas sus fuerzas porque se veían enfrentados a la muerte.