1 En el Señor he puesto mi refugio; ¿cómo dicen a mi alma: «Huye, cual un pájaro, hacia el monte, 2 porque los impíos tensan su arco, y ajustan sus flechas a la cuerda para herir en la sombra a los de recto corazón? 3 Si han cedido los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?»
4 El Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo. Sus ojos están observando y fija su mirada en los hijos de Adán.
5 El Señor explora al justo y al impío, y su alma odia a quien ama la violencia. 6 Hará llover sobre los malvados carbones encendidos y azufre y un viento abrasador les tocará en suerte.
7 Porque el Señor es justo y ama la justicia, los que son rectos contemplarán su rostro.
Si se hallan en ruinas los cimientos, ¿qué puede hacer el justo? Esta es la sugerencia del Tentador: No lograrás nada al denunciar el mal. Todos lo hacen, haz como ellos y cállate: «Huye, simplón, al monte»; no has visto nada, olvida la injusticia y quédate en las cosas de tu casa. O bien, confórmate con cumplir tus prácticas religiosas.
¿Oramos por los que luchan contra las mafias, por los que se despiertan cada día bajo la amenaza del terrorismo?