2 Grande es el Señor y muy digno de alabanzas, en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo, 3 de hermosa altivez, alegría de toda la tierra. ¡Monte Sión, morada divina, ciudad del Gran Rey! 4 Dentro de sus torreones está Dios, se ha revelado como su baluarte.
5 Los reyes se habían unido, y juntos avanzaban, hasta que la vieron... y quedaron pasmados; presos de pánico, se dieron a la fuga. 7 Allí mismo los agarró un temblor, un escalofrío como de mujer en parto; 8 así es como el viento del oriente estrella a los navíos de Tarsis.
9 Tal como lo oímos, así lo vimos en la ciudad del Señor Sabaot, en la ciudad de nuestro Dios: él la ha asentado para siempre.
10 Oh Dios, recordamos tus favores en los patios de tu Templo; 11 que iguale, oh Dios, tu alabanza a tu nombre, y alcance los confines de la tierra. 12 Impone tu diestra tu justicia; se alegra el monte Sión; los pueblos de Judá saltan de gozo al presenciar tus juicios.
13 Recorran Sión y den la vuelta, cuenten sus torres 14 y contemplen sus defensas recorran uno a uno sus palacios; y digan a las nuevas generaciones: 15 ¡así es nuestro Dios!
Nuestro Dios por los siglos de los siglos, él nos conducirá.
Al igual que el salmo 46, éste hace alusión a una liberación milagrosa de Jerusalén.
Monte santo: el texto dice: «El cerro de Sión, en el extremo norte»; las tradiciones antiguas consideraban las montañas del norte como la residencia de los dioses.
Recorran Sión y den la vuelta: a lo mejor es el gesto religioso muy antiguo y universal de dar la vuelta al Santuario tocando sus muros.