2 Aplaudan, pueblos todos,
aclamen a Dios con voces de alegría
3 pues el Señor, el altísimo, es terrible,
es un gran rey en toda la tierra.
4 Bajo nuestro yugo pone a las naciones
y los pueblos a nuestros pies;
5 él eligió para nosotros nuestra herencia,
orgullo de Jacob, su muy amado.
6 Dios sube entre fanfarrias,
para el Señor resuenan los cuernos;
7 canten, canten a Dios;
entonen salmos a nuestro rey;
8 a Dios que es el rey de toda la tierra,
cántenle un himno de alabanza.
9 Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su santo trono.
10 Los jefes de los pueblos se han unido
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque él es el señor de los grandes de la tierra,
él es Dios y es muy excelso.
En su peregrinación anual a Jerusalén, los judíos contemplaban la morada de Dios entre los hombres. La Iglesia lleva las promesas hechas a la nueva Jerusalén, la ciudad inexpugnable, el centro del mundo y la columna de la verdad. En ella Dios nos comunica lo mejor de sus gracias.