2 Dioses, ¿será verdad que hacen justicia y gobiernan como es justo a los hijos de los hombres?
3 Pero no, de adrede cometen injusticia y sus manos imponen al país la violencia.
4 Desde el seno materno andan descarriados los impíos; desde el vientre de su madre se desvían los que dicen la mentira.
5 Su veneno es veneno de serpiente, son sordos como el áspid que se tapa el oído 6 para no oír la voz del encantador, del que doma a las serpientes.
7 Oh Dios, rompe los dientes de su boca; quiebra, Señor, sus colmillos de leones.
8 Que se escurran como agua de un vaso roto, que se sequen como hierba pisoteada.
9 Que sean cual babosa que se va deshaciendo, o como el aborto que no ha visto el sol, 10 como zarza quemada antes de que claven sus espinas: ¡que los arrebate un torbellino!
11 ¡Qué alegría la del justo al ver la venganza! Lavará sus pies en la sangre del impío.
12 Y dirán: «¡Sí, se gana con ser justo; sí, hay un Dios para juzgar al mundo!»
Son llamados dioses los gobernantes y responsables de la justicia social, pues en el ejercicio de su cargo y responsabilidades son representantes de Dios mismo.