1 ¡El Señor reina, alégrese la tierra, regocíjense las islas numerosas!
2 Lo rodea una nube tenebrosa, justicia y derecho son la base de su trono.
3 Va avanzando un fuego delante de él, que alrededor devora a sus contrarios.
4 Sus relámpagos iluminan el mundo, la tierra lo contempla y se estremece.
5 Los montes se derriten como cera ante el que es Amo de toda la tierra; 6 los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos ven su gloria.
7 Se avergüenzan los que adoran ídolos, los que se jactan de cosas estúpidas. ¡Todos los dioses se postran ante él!
8 Sión lo ha oído y se regocija, se festejan los pueblos de Judá a la espera, Señor, de tus sentencias.
9 Porque tú eres Señor Altísimo en toda la tierra, que destaca muy por encima de los dioses.
10 Amados del Señor, odien el mal, pues él cuida las almas de sus fieles y los libra de manos de malvados.
11 La luz ya asoma para el justo y la alegría, para los de recto corazón.
12 Alégrense, justos en el Señor, y den gracias a su santo nombre.
A menudo nos parece difícil participar del entusiasmo y de la alegría del salmista que ve tan claramente al mundo dividido en buenos y malos. Nosotros más bien vemos a un mundo gris donde cada uno tiene sus excusas y sus lados malos. Pero la confusión será sólo por un tiempo: hay mucho de buena semilla y de mala hierba y cada uno se encamina a lo que ha preferido. Dios odia el mal tanto como se ama a si mismo, y lo que no puede volver a Dios será destruido.