2 Dios es nuestro refugio y fortaleza,
socorro siempre a mano en momentos de angustia.
3 Por eso, si hay temblor no temeremos,
o si al fondo del mar caen los montes;
4 aunque sus aguas rujan y se encrespen
y los montes a su ímpetu retiemblen:
El Señor Sabaot está con nosotros,
es nuestro baluarte el Dios de Jacob.
5 Un río, sus brazos regocijan
a la ciudad de Dios,
santifica las moradas del Altísimo.
6 Dios está en ella, no puede ceder,
Dios la socorre al despuntar la aurora.
7 Los pueblos bramaban,
los reinos en marcha se ponían...
El eleva su voz y el mundo se hunde.
8 El Señor Sabaot está con nosotros,
es nuestro baluarte el Dios de Jacob.
9 Vengan a ver las hazañas del Señor,
y los estragos que causó a la tierra.
10 Pone fin a la guerra en todo el país,
rompe el arco y en dos parte la lanza
y consume los carros en el fuego.
11 Paren y reconozcan que soy Dios,
muy por encima de los pueblos
y muy alto sobre la tierra.
12 El Señor Sabaot está con nosotros,
es nuestro baluarte el Dios de Jacob.
Este salmo es uno de los que recuerdan la liberación milagrosa de Jerusalén en tiempos de Isaías (Is 36 y 37).
No temeremos si al fondo del mar caen los montes. La poesía hebraica asocia siempre la naturaleza con los acontecimientos políticos. La historia de Israel ha estado atormentada por crisis internas e invasiones enemigas. Pero no es una historia caótica. Es una historia dirigida por una mano invisible, poderosa y amorosa, la de Dios.
Un río santifica las moradas del Altísimo. La piscina de Siloé, adonde llegaba el agua por un túnel hasta dentro de los muros, aseguraba la vida de la ciudad cuando era sitiada. Es un símbolo de la protección secreta de Dios. Ezequiel evocará la fuente que brota del Templo, símbolo de vida y de fecundidad.
Pone fin a la guerra en todo el país. Cuando hayan desaparecido los ejércitos y los imperialismos, el Israel espiritual, la Iglesia, seguirá viviendo para proclamar las maravillas de Dios.
El eleva su voz y el mundo se hunde. Y esto es verdad aun cuando encontremos que Dios está lejos de nosotros: no teníamos más que motivos para temer y de pronto se cambia la escena y sólo hay certeza y paz.