2 Oh Dios, escucha mi clamor,
atiende a mi plegaria.
3 Desde el confín de la tierra yo te grito, mientras el corazón me desfallece.
4 Llévame a la roca muy alta para mí, pues tú eres mi refugio, una torre poderosa ante el enemigo.
5 Quiero compartir tu tienda para siempre, cobijarme en el repliegue de tus alas.
6 Pues tú, oh Dios, escuchaste mis votos; cumples el deseo de los que temen tu nombre.
7 Prolonga los días del rey, multiplícalos, que vea transcurrir generaciones.
8 Que reine y sirva a Dios eternamente, que lo guarden tu gracia y fidelidad.
9 Entonces cantaré por siempre a tu nombre y cumpliré mis promesas día tras día.
El rey de Israel tiene algunos problemas y hace o le hacen su oración. A diario, ¡cuántas cosas pedimos a Dios: por la casa, por el marido, por los hijos, por el gato, etc.! Dios sabe que es mejor no oírlo todo, pero le gusta que tengamos esta confianza, pues, en el fondo, El es lo único que nos falta.